Guns N’Roses se reencuentra con Madrid
La caja registradora de Guns N’Roses sigue trabajando tras su celebrada y largamente esperada reunión, un espejismo hace justo un año a su paso por la capital española que hoy, de nuevo aquí pero ya sin el brillo de la novedad, ha luchado por proveer momentos a la altura de su leyenda.
Frente a esa anterior visita en junio de 2017, sin entrar en el nivel de energía colectiva, las diferencias formales han sido mínimas. Lo más destacable, el espacio sin gradas de la explanada de La Caja Mágica y el aforo, unas 35 mil 500 personas según la organización, a 5 mil del tope diario estipulado y a 15 mil de las que sí llenaron por completo el estadio Vicente Calderón.
El contexto, en la jornada intermedia del Download Festival de Madrid, poco ha afectado al formato de esta nueva cita con Axl Rose, Slash y Duff McKagan en las que han sonado unas 3 horas de música y en las que se ha detenido la actividad en los demás escenarios, haciendo de él uno más de sus conciertos, pero con muchos teloneros.
Como en la jornada anterior, la actividad ha empezado después de las 17,00 horas con Leather Heart, los jovencísimos británicos amantes del “punk gótico” de Creeper y con los californianos Thrice.
También han calentado el ambiente los galeses Bullet For My Valentine, en un brevísimo set de 45 minutos de metal fungido a partir de Metallica en el que han sintetizado los seis discos de estudio publicados desde 2005, con inicio en la reciente Don’t need you y final en las seminales Tears don’t fall y Walking the demon.
Antes del final del concierto de Clutch, cerca de las nueve de la noche, el grueso de los asistentes se apostaba ya ante al escenario principal para pillar un buen sitio en esta enorme llanura junto al río Manzanares, en la que los rezagados corrían el riesgo de vislumbrar a Rose tan lejano que pareciera tan lozano como en los 80.
Ha sido después de 20 minutos de exasperante espera, bajo unas proyecciones en bucle, cuando el grupo ha irrumpido por fin en esta segunda edición de Download con su arranque clásico de It’s so easy y Mr. Brownstone, bloque con el que ya ha quedado claro que: uno, Rose está peor de voz que hace un año y, dos, Apettite for destruction iba a ser nuevamente una pieza vertebral.
Casualmente, su reencuentro con Madrid ha tenido lugar el mismo día en el que se ha puesto a la venta una reedición de este álbum, probablemente el más celebrado de su discografía, con sorpresas como el inédito Shadow of your life, el cual también ha sonado esta noche.
No ha sido el único corte de un disco que han exprimido con fruición (8 en total) ni tampoco la única novedad de un repertorio que ha incorporado temas como Yesterdays y Used to love her.
Previamente, poco después del inicio, el público ya se había preñado de nostalgia con el larguísimo desarrollo de Welcome to the jungle, primer sencillo de su carrera, en el que Slash ha dejado ya detalles de auténtico ingeniero del sonido. Nada que ver con momentos como el de Better, en los que se sustanciaba la agonía que para Axl Rose supone acometer notas agudas.
Afortunadamente, su versión del clásico de Wings, Live and let die, ha vuelto a propinarles buenos resultados que han mantenido con Slither de Velvet Revolver. Además, tras el breve protagonismo de McKagan a la voz en Atittude, el concierto ha vivido momentos de vigencia épica con This I love y Civil war.
“And in the guitar… Ladies and gentlemen, mr. Slash!”, ha exclamado Rose como colofón a la presentación de la banda, detalle significativo, toda vez que en el Calderón dejó el nombre de quien hace vibrar la guitarra en puntos suspensivos, haciendo pensar que se mantenían las tiranteces entre estos dos colosos del rock.
Slash y su solo a las cuerdas, afortunadamente tan vivas como siempre, han llevado la velada hasta su clímax con el tema (de El Padrino) Speak Softly Love y, sobre todo, con Sweet Child O’ Mine, aunque su brío se haya desdibujado ligeramente más allá del emblemático “riff” inicial.
Ese momento ha sintetizado la tónica general: había voluntad del público, pero no pegada y, sin ella, han sido escasos los brazos en alto en un concierto denso en el que, no obstante, no se han escatimado balas como November rain, el homenaje a Chris Cornell con Black hole Sun y a Bob Dylan con Knockin’ on Heaven’s Door.
Solo Nightrain ha devuelto los brincos al recinto justo antes de unos bises en los han sonado Don’t cry y Paradise City como colofón, a la espera de la jornada de mañana en este segundo Download que, como grandes reclamos, contará con otros veteranos, Ozzy Osbourne y Judas Priest.