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Dos años sin Chris Cornell, la voz más rompecristales del grunge

El 18 de mayo de 2017, el mítico cantante de Soundgarden se quitó la vida ahorcándose en un baño de hotel

El 18 de febrero de hace dos años, el grunge volvió a ponerse el crespón negro. Kurt Cobain se marchó en el 94. El vocalista de Alice in Chains, Layne Staley, nos dejó en 2002. Y en este día de aquel entonces vino lo de Chris Cornell, a sus 52. El legendario cantante de Soundgarden y de Audioslave, la voz más aguda y rompecristales de Seattle, falleció de manera «repentina e inesperada», según comunicó su representante en un primer momento. Poco después supimos que se suicidó ahorcándose en el baño de un hotel.

A finales de los 80 y principios de los 90, Cornell lideró Soundgarden, una de las bandas más importantes de la época en cuanto a sonidos duros, germinando en ese increíble magma que fue Seattle durante aquellos años. Con «Black hole sun», canción incluida dentro del álbum «Superunknown» (1994), el grupo alcanzó sus mayores cotas de éxito popular… gracias a la cadena MTV, indudablemente, ya que dio la turra con su videoclip hasta límites insospechados.

Entre sus seguidores, la discusión recurrente estribaba sobre qué álbum de ellos era mejor: si este «Superunknown» o el «Badmotorfinger» del 91, con un sonido más macarra y estridente para el oyente común. Precisamente, esta división entre los fans representaba la que también se vivió en el seno del grupo, y que acabó por fracturarlo definitivamente en el 97, ya que Cornell era partidario de relajar la parte jevirula de la banda mientras que el guitarrista Kim Thayil no estaba por la labor de suavizarse. Por sintetizar, el sonido de Soundgarden se caracterizaba por su gen oscuro, un psico-heavy personalísimo en donde despuntaba el estridente gallo del corral que era Cornell durante esos años y al que la revista Hit Parade consideró como una de las mejores voces de la historia del hard rock.

Durante los primeros 90, la competencia en Seattle era profundamente estimulante. En esta ciudad del estado de Washington se gestó una escena que, por su relevencia mediática, se inscribió con letras mayúsculas en la historia de la música popular. Ya saben, el grunge. Como corresponde a todo fenómeno social importante, fue enormemente vilipendiado y caricaturizado por esa cómica acotación (pre-Twitter) que los ceñía a camisetas de franela y depresión. Era la época en la que los bares españoles «normales» se pinchaba rock, sobre todo este rock venido de Seattle y que ponía a botar y a llorar incluso a las adorables niñas pijas de cualquier ciudad. O sea, era una música popular y transversal, el sueño húmedo de Iñigo Errejón. Y en este movimiento, Soundgarden descollaban. Y no es que fuera fácil, porque recuerden lo que se cocía por aquellos pagos: Nirvana y Alice in Chains, ya mencionados, pero también Pearl Jam, Screaming Trees,… todos tocando canciones melancólicas y ruidosas. E incluso los miembros de estas bandas gustaban de formar grupos de culto entre ellos, como Mother Love Bone, Mad Season o los Temple of the dog liderados por el propio Cornell.

A finales de 1994, tras publicar ese «Superunknown» y saltar catapultados a la popularidad, la voz de Cornell hizo crack. Y los límites de los chillidos de esa garganta prodigiosa, que también podía sonar profunda, nunca volvieron a ser los mismos. Vocalmente, debía relajarse de esa agresiva dinámica de cantar-gritar. En 1997, Soundgarden se separarían por diferencias estilísticas, y, antes de que naciera su siguiente banda, Cornell publicó en solitario «Euphoria morning», mostrando una versión mucho más reposada de su arte.

En el 2001, este cantautor nacido en el seno de una familia católica en el 64 se juntó con varios miembros de Rage Against The Machine, gracias a las maniobras del productor Rick Rubin, para fundar Audioslave. Con ellos, Cornell lanzó tres álbumes y vendió siete millones de discos durante el largo lustro que duraron. En 2012, se produjo la reunión de Soundgarden, sacando el disco «King animal», que les volvió a poner en el candelero del rock duro en calidad de mitos vivientes. Además, Cornell continuó sacando discos en solitario, hasta cuatro, pero de mucha menor resonancia… y en todos los sentidos, ya que sus cuerdas vocales no volvieron a ser las mismas tras aquel crack del 97.

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