A 10 años de la pandemia de influenza que sorprendió a los mexicanos
Víctor Cruz tenía 25 años cuando murió, su esposa estaba embarazada y tenía dos hijos pequeños; Horacio Álvarez vivió aislado en su casa más de una semana, mientras que Guadalupe Arce contrajo la enfermedad cuando atendía a sus pacientes. Ellos tres se contagiaron de influenza durante la pandemia de 2009.
Caos, sorpresa, tristeza, muerte y supervivencia, son los recuerdos de quienes hace una década vivieron en carne propia la pandemia de influenza AH1N1. El 23 de abril de ese año, la Secretaría de Salud informó de la nueva cepa del virus para la cual todavía no había vacuna.
Se tomaron medidas preventivas: se suspendieron clases, clínicas y hospitales trabajaron los fines de semana, se pidió usar cubrebocas, algunas oficinas permitieron trabajar desde casa, los partidos de futbol se jugaron en estadios sin aficionados, se cancelaron eventos masivos y las calles y el metro lucían casi vacíos.
Incluso se prohibió la circulación de microbuses y taxis con asientos tapizados en tela, para evitar la proliferación del virus, ya que a diferencia de los de cubierta de vinil, no podían limpiarse con agua y cloro.
La influenza es una enfermedad respiratoria, hay cuatro tipos: A,B,C y D, sin embargo, las dos primeras son las que pueden causar epidemias, particularmente la de tipo A, pues los virus mutan con mayor facilidad y cuando surge una nueva cepa con capacidad de contagiarse de humano a humano, puede desencadenar pandemias como la de 2009.
La familia de Víctor Cruz desconoce en qué momento se contagió el joven que trabajaba en una empresa de telecomunicaciones, pero suponen que fue en alguna de las tiendas que debía visitar como parte de sus labores.
“Un día jueves empezó a sentirse mal, fue a consulta a una clínica que está en Aragón porque ahí siempre se atendía; le dieron medicamento para la gripa y lo regresaron a su casa.
Al siguiente día mejoró, pero al tercero empeoró y regresó a la clínica, le cambiaron el medicamento y nuevamente lo enviaron a casa”, recordó su cuñada Silvia Alejandra López Aguado.
El domingo se sintió peor y empezó a toser con sangre, por lo que regresó a la clínica, en esa ocasión sí lo ingresaron, lo entubaron y le dieron más medicamento, pero tres días después falleció.
Los médicos dijeron que fue influenza, pero el certificado de defunción estableció que la causa de la muerte fue neumonía y eso dejó desamparada a la familia.
Adriana López, esposa de Víctor, tenía cinco meses de embarazo, y también se contagió de influenza, recibió tratamiento profiláctico con oseltamivir a bajas dosis para evitar daños al bebé, lo cual se logró con éxito.
Horacio Álvarez tuvo una mejor historia. Cree que se contagió en el trabajo, por la zona de San Rafael, y al principio pensó se trataba de una gripa, pero los síntomas duraron dos semanas y además tenía fiebre.
Fue a su clínica del IMSS y le dijeron que era influenza, le explicaron que no era necesario hospitalizarlo, sólo seguir algunas recomendaciones en casa y el tratamiento, con el antiviral.
“Me aislé en una recamara con baño, no debía compartir mis artículos de uso personal con nadie, mi ropa de cama tenía que lavarse aparte y después debían desinfectar la lavadora. Mi papá era quien entraba a mi cuarto y lo hacía con guantes y cubreboca”, indicó.
Cuando le llevaban de comer, le dejaban en el piso la charola con los alimentos servidos en platos desechables, le tocaban la puerta y se alejaban para que él saliera a recogerla para evitar contagiar a otras miembros de la familia, situación que ahora le resulta hasta divertida.
A la fecha no ha tenido secuelas, cada año se vacuna contra la influenza y lleva una vida normal.
Hospitales, el primer escudo
Mientras que los comercios en su mayoría permanecían cerrados, las escuelas vacías, y las calles semi desiertas, en los hospitales se atendía al creciente número de enfermos de influenza, principalmente en los dos o tres meses subsecuentes al inicio de la pandemia.
“El personal médico y de enfermería no sólo pedía, exigía se le diera tratamiento profiláctico para no ser contagiado del virus”, señaló Luisa León quien en esas fechas se desempeñaba como jefa de Enfermería en el Hospital de Infectología de La Raza (IMSS).
“Era un caos, todos querían el tratamiento que teníamos contado, incluso el personal de mantenimiento quería el oseltamivir. Durante más de dos meses no tuvimos descansos, y no se autorizaron vacaciones, lamentablemente vimos morir a muchos pacientes”, detalló a Notimex.
“Por supuesto que ante estas emergencias el personal de salud necesita protegerse con tratamiento profiláctico, ya que es el más expuesto y también puede convertirse en un elemento de contagio para otros”, dijo la también enfermera de Infectología, Elsa Guadalupe Arce García.
“Yo me contagié de influenza mientras atendía a los pacientes porque no recibí completo el tratamiento profiláctico con el antiviral. En abril me empecé a sentir mal, fui a mi clínica del IMSS un domingo y me confirmaron que tenía influenza”, subrayó.
Completó el tratamiento de 10 días con oseltamivir, y aunque siempre ha tenido asma controlada, a partir de ese momento se volvió más vulnerable a cualquier enfermedad respiratoria.
NTX/MPG/EVG