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La crisis del mundo godín

Hoy me encontré con una nueva serie. Vive sólo en Facebook y se llama Hugo Dines. Y efectivamente es la historia de un oficinista llamado Hugo Dines, a quien seguimos en su día a día donde uno puede ver las cosas que, de manera fársica, vive este personaje día con día.

La serie dura cinco minutos y la verdad es bastante divertida, con todo y que ese tema del godín como un personaje que simboliza a ese poco glamuroso mundo oficinista, se haya explotado hasta el cansancio.

Pero más allá de la hechura del programa debo decir que el espíritu de la serie me incomodó un poco… Bueno, corrijo, en realidad, la serie me recordó lo poco valorado que es el empleado que vive sus días laborales dentro de una oficina. Así pues, lo que en verdad me incomoda es lo que este espíritu godín simboliza. Y es que la palabra se asocia con un trabajo rutinario, poco glamuroso, donde la gente que es encasillada en él —supuestamente— posee costumbres— absurdas, de mal gusto y poco deseables.

Ser godín implica también, al menos en la Ciudad de México, vivir una vida gris puesto que no sólo estamos hablando de 8 horas de oficina, sino 3 horas más de traslados, si bien nos va. Es decir, nuestra vida entera gira en torno a nuestra vida como oficinistas, en su mayoría mal pagados, estresados y por lo mismo, con una vida personal que dista mucho de ser plena, en la mayoría de los casos.

Es por lo anterior, que no resulta extraño que nuestra penosa vida oficinista encuentre un poco de evasión y humor en la figura del godín, que se debate entre la habilidad para reírse de sí mismo, el escarnio público (aunque ese escarnio provenga de los mismos godinez), y la ridiculización.

Con base en todo lo anterior, debemos ser honestos: Tener un trabajo de oficina resulta poco deseable. Pero uno debe aguantarse si no tiene los medios para poner su propia empresa o no tiene la paciencia ni la tenacidad para sobrevivir la agitada e inestable vida de freelance.

En general, uno termina apostando por lo seguro, por un trabajo de oficina que la mayoría de las veces suele ser mal pagado y nos deja con un estrés terrible, al tiempo que reduce nuestra calidad de vida. Es por eso que la figura godinezca hizo su aparición, para hacernos olvidar, para reír un poco…

Recuerdo que en los tiempos de mis padres, tener un trabajo de oficina (“serio” o “formal”), era algo para sentirse orgulloso. Implicaba que eso le daba a uno cierta estabilidad y te permitía pensar en casarte… además tenía un contrato con dicha empresa lo cual casi casi aseguraba que uno se quedaría ahí toda la vida.

Ahora, muchos brincamos de empresa en empresa, y buscamos las mejores prestaciones, y quizá alguno que otro arreglo que nos permita tener otro empleo o quizá otra actividad que nos complemente. La estabilidad es algo poco común sobre todo si se trabaja en el medio de la comunicación. Es decir, buscamos opciones para evitar o reducir nuestra condena godín.

El sentimiento casi generalizado hacia la figura del oficinista como un ente no deseable me parece sumamente triste, porque habla que el sistema social y laboral nos ha fallado de alguna forma; porque habla que estamos en un trabajo porque no tenemos de otra, lo padecemos pero debemos comer de algo, y para soportarlo, los memes y cualquier chiste relacionado con nuestro mundo godín es bienvenido para pasar nuestras penas. He conocido gente que siendo oficinista usa esos mismos chistes para denigrar a sus compañeros en plan de “estoy aquí pero no soy godín”.

¿No se supone que el trabajo debería dignificar al hombre? Si es así, el concepto de trabajo fijo con horas de oficina es un verdadero yugo. Lo interesante es que las nuevas tecnologías, como internet, nos plantean la posibilidad de modificar esos esquemas de trabajo, claro, sólo falta que los jefes y las empresas quieran flexibilizarse. Pero la verdad, es que la figura del godín, burlona, denigrante o chistosa, es un signo de que debe existir un cambio en nuestras costumbres laborales, por nuestra dignidad, nuestra salud mental y también, por qué no, por el bien de las empresas mismas y de nuestro país.

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